27.2.08

Pues sí, un tal Jesús Sánchez, feliz propietario de un estudio, este mes acapara el diseño de más de la mitad de los sellos emitidos. El mes pasado coló dos sellos dedicados a la metereología y a la medicina. Este mes cuela tres, lo que es muy meritorio y sin duda despertará envidias entre otros aspirantes a diseñadores.

¿Qué podemos decir de los diseños de Don Jesús? No son feos, desde luego. No juega la baza del feísmo. Jesusín va más allá: Jesusín busca la inanidad químicamente pura, el nirvana mental, una ataraxia completa. Para el amigo Sánchez la belleza es la muerte cerebral.

De un lado, las conmemoraciones elegidas no conmemoran nada. A lo sumo, la existencia de la medicina o de la meteorología, cosa por todos sabida. De otro, a sus no-temas Jesús Sánchez suma su completa incapacidad para el diseño. La nulidad tipográfica, la perspectiva insectofílica y el desdén por cualquier idea son sus blasones inconfudibles. ¿Cómo no reconocer un sello producto de su anomia? En estos tiempos de nihilismo banal, la carrera que se abre para el autor no conoce meta ni límite. Se le augura un gran futuro.

De todos los sellos que lleva depuestos este año, a mí el que más representativo me parece, en su orgullosa poquedad, es el dedicado a la violencia sobre la mujer. Ahí el señor Sánchez lo borda, se supera a sí mismo. Es una oda a la tomadura de pelo con forma de signo de franqueo. Veámoslo:



Ante todo se aprecia el mínimo esfuerzo dedicado a trabajar sobre el asunto. Jesús se baja una mano de internet, la pega y ya tiene un sello. Una mano fea, de muñeca atrófica, de falangista exaltado. Es un bofetón para la vista. Con eso ya ha conseguido el primer efecto: Rechazo hacia el sello y su mensaje. El espectador se disocia del contenido, le avergüenza verse identificado con él, niega ser coleccionista: se produce una inmediata aversión. Si la supera (y pocos lo lograrán), entonces recae su atención sobre el texto.

El texto merece comentario aparte. El texto, en efecto, es un compendio de los males que afectan a la lengua española y, por ende, a la sociedad española. La sintaxis, la ortografía y la gramática de la antigua lengua castellana se disuelven en un magma postburocrático, desalmado y átono. Las palabras y frases no resuenan en nuestros oídos. No es, en puridad, español lo que leemos. Es el idiolecto de Jesús, sus amigos del Ente y otros sibaritas de la vida.

Para empezar, Jesús Sánchez pasa a llamarse Jesus Sanchez, como un alumno de la Logse. El acento en las mayúsculas le parece reaccionario, a él, que es tan frívolo en su pantano de vacío. El régimen de mayúsculas y minúsculas también es rechazado, quizá por carpetovetónico. Hundidos esos dos baluartes formales, ortográficos, Jesús entra a saco en la sintaxis y excreta la frase: "si sabes de malos tratos, no lo consientas, llama al 016". Pero, ¿qué frase es ésta? ¿Qué es lo que no hay que consentir? Ese "lo", ¿a dónde nos remite? ¿Qué grado de elisión tiene esta frase? Los más oscuros fragmentos presocráticos son diáfanos en comparación con el lenguaje jesusiano.

"Lo" es un pronombre personal de acusativo singular masculino. ¿Dónde está el singular? ¿Dónde el nombre aludido? Ese "lo" se pierde en la inmensidad del blanco telón de fondo, de la huera inexistencia. Se podría entender, pese a lo lamentable en términos de estilo, que hubiera escrito: "si sabes de maltrato, no lo consientas, etc."; o bien: "si sabes de malos tratos, no los consientas, etc." Pero planteado en los términos aprobados por el Ministerio y sancionados por el BOE, el "lo" queda indeterminado, desencajado del resto de la frase, referido a otro asunto o, más precisamente, en el discurso del artista, sin referencia alguna, una mera presencia lingüística en estado mineral.

Como colofón de su poesía, Chus Sánchez da carta de naturaleza filatélica a la expresión "violencia de género", cuya evidente y comentada incorrección hace ocioso cualquier otro comentario. El mensaje es de un compás muy cerrado, limitado, conforme al lenguaje políticamente correcto, a la violencia derivada del machismo. Es de nuevo una opción vencedora, por la que optan Chus y sus poderdantes sobre quienes, también nuevamente, redoblamos nuestros más prósperos augurios.

Este Velázquez renacido da el toque final a su obra mediante una combinación cromática contraria a la naturaleza. Lógico, desde el momento que la finalidad de su arte no es la imitación de ésta, como era en los antiguos, sino su negación. El color carne, el fucsia y el azul por defecto no guardan relación ni compostura alguna. Son espacios separados, un "lo" visual junto a otro, sin nada que decir.

Terminemos: Jesús Sánchez tiene una carrera prometedora por delante. Ya copa la mitad de las emisiones del año. La simplicidad de sus medios y su total ausencia de necesidad de transmitir mensaje alguno hacen presagiar lo mejor. Andorra, Guinea Ecuatorial, y otros prestigiosos emisores sin duda contarán con él. Su obra está horra de significado. Él no dice nada, no realiza esfuerzo alguno. Excele como ningún otro.

Nos atrevemos a sugerirle una idea, una línea de trabajo: Una hoja bloque toda blanca. El sello, de la misma monocromía. En una esquina el valor facial: 2,44 €, por ejemplo. En verde claro pero visible. En el centro, pero mal centrado, en amarillo, en la tipografía que prefiera, sola y refulgente como una aparición divina, la palabra mántrica, la letanía de los ignavos: "lo".